jueves, 30 de julio de 2009

¿Somos verdaderamente solidarios los chilenos?

Gracias a mi pasantía en la Vicaría de Pastoral Social y de los Trabajadores, particularmente en el área Refugio tengo la suerte de conocer a muchos "sin suerte" que se ven obligados a salir involuntariamente de sus países. Principalmente me toca ver el caso de los hermanos colombianos (hermanos, en el sentido amplio del concepto al ser todos hijos de una misma tierra) que por motivos de violencia, ya sea de tendencia izquierdista o derechista, llegan a nuestro país buscando paz y, por que no decirlo, estabilidad económica.

Es muy penoso ver como profesionales, estudiantes, o simples campesinos, que tenían una vida hecha en su país, hoy deben empezar desde cero, dormir en la calle o en el Hogar de Cristo (gran institución que brinda una ayuda considerable a los más necesitados, sin realizar discriminación alguna). Me conmueve en el alma como una persona narra que si toma desayuno, ese día no puede almorzar, o si almuerza, no puede cenar, y su almuerzo es UNA MANZANA.

¿Cómo podemos quedar impertérritos ante ésto? Acaso porque son extranjeros, porque son de un color distinto, porque son indigenas, no tienen los mismos derechos que tanto nos jactamos de poseer. ¿Acaso el mandato constitucional de que todas las personas son iguales en dignidad y derechos solo aplica para los chilenos? Yo creo que el ser chileno no nos califica de personas, sino el haber nacido de un hombre y una mujer, y por lo mismo nos debemos mirar y darnos cuenta que somos iguales, que todos merecemos esa DIGNIDAD que promueve la carta magna.

Lamentablemente esa dignidad no se respeta, ni siquiera por parte de los propios compatriotas de estos colombianos, que debiendo saber la condición en la que llegan los solicitantes de refugio, les dan la espalda.

Nosotros, cada uno de nosotros deberíamos detenernos un segundo a mirar a quien tenemos al lado, sea chileno o extranjero, sea peruano o alemán, sea pascuense o mapuche. Todos somos iguales, y cuando estamos sufriendo un estado de necesidad, deberíamos darnos la mano, ya que no podemos asegurar que el día de mañana estemos disfrutando de las comodidades que hoy tenemos.

Solo basta mirar hacia atrás, no más de 30 años, cuando muchos chilenos tuvieron que salir involuntariamente de nuestro país y ser acogidos por diversos países en todo el orbe. Pero si volvemos a la actualidad, y salimos a la calle muy temprano en la mañana podemos ver a muchas personas durmiendo a la interperie. ¿Alguna vez han pensado, cuando están abrigados en sus cómodas camas enchufadas a un calentador, que hay cientos de ancianos y niños durmiendo en la calle, por que no tienen donde dormir?

Como decía al comienzo, me siento afortunado de poder conocer estas personas que llegan solicitando refugio, porque aunque sea un granito de arena que aporte, estoy haciendo mucho, y me doy cuenta que a veces una sonrisa basta para llenar el corazón del que más lo necesita. Ojalá todos pudieramos dar esa sonrisa, que no cuesta ni un peso, y podríamos decir que somos en realidad el país que acoge tanto al amigo cuando es forastero, como al amigo que tenemos en la esquina de nuestra casa o lugar de trabajo que tiene las mismas necesidades del profesional que viene solicitando refugio: un techo, una cama, una colcha y un plato de comida.

Depende de nosotros el ser verdaderamente solidarios los chilenos.

martes, 28 de julio de 2009

Integración en Latinoamerica

Hoy me comentaron que el Senador Independiente de la República de Chile, Alejandro Navarro, abogaba por la integración de los pueblos latinoamericanos. Esta noticia la llevo escuchando hace varios días y me ha dado muchas vueltas a la cabeza.

En la cátedra de Derecho Comunitario y de la Integración en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, hay dos visiones completamente contrapuestas respecto a la integración latinoamericana. Por un lado está el maestro Alberto Rioseco, profesor emérito de la Universidad de Chile, quien opina que la integración latinoamericana está a años luz de producirse, y que para llegar a ser como la UE necesitaríamos años de historia y un par de guerras que nos unan (la última apreciación es consideración mía).

Por otro lado tenermos a la profesora Iris Vittini, condecorada como profesora Jean Monnet por la UE, quien es más optimista respecto al fenómeno. Ella sabe destacar pequeños elementos que permitirían dilucidar ciertos visos integracionistas, de diversa índole, ejemplificandolo con el Convenio Andrés Bello sobre educación, cultura, ciencia y tecnología, o la supranacionalidad de las normas de la CAN destacando principalmente el Tribunal de Justicia Andino.

Ahora, la interrogante que me surge es si la integración que propugna el Senador Navarro, reconocido chavista, se encuentra en la línea de una integración como la propuesta en el ALBA o una integración más democrática como sería la madre de todas las integraciones, la UE.

Esta interrogante implica una forma muy distinta de ver la integración, tema que no voy a tratar en esta oportunidad.

Yo concuerdo en que en el mundo actual los países no pueden estar aislados, y en los momentos de necesidad, como la crisis económica que nos azota actualmente, nos hace replantear esta posibilidad (como lo está haciendo Islandia en estos días respecto a su incorporación a la UE), más cuando Chile no ha tenido una politica claramente abierta hacia la integración - lo que no quiere decir que no ha tenido una apertura al mundo, ya que las últimas décadas se han caracterizado por la firma de innumerables tratados de libre comercio, asociación estratégica, eliminación de la doble tributación internacional y otros instrumentos para liberalizar el comercio, pero todo esto no es suficiente - ya que nos encontramos como miembros asociados al MERCOSUR, ahora nuevamente a la CAN, pero en ninguno como miembro pleno. El unico proyecto integracionista en que pareciera ser que la política chilena está más comprometido es el UNASUR, más cuando la actual Presidenta Michelle Bachelet ejerce la presidencia pro tempore de esta organización (que aún no cobra vida en el derecho).

Muchos creen que el optimismo es ingenuidad, si así fuera, prefiero quedarme en esta posición, de ingenuidad, pero con la esperanza de que en algun momento la integración pueda llegar a nuestro continente, de una manera unificada y no fragmentada como hoy día la conocemos.